EDITORIAL DEL DIA DE HOY ..........
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Vivimos en un sistema económico dominante que hace siglos se propuso explotar de forma ilimitada todos los ecosistemas y sus recursos naturales. Esta estrategia trajo crecimiento económico y lo que se llamó “desarrollo” para algunas naciones, y privilegió el consumo y el bienestar social de una parte muy pequeña de la humanidad. Y, desgraciadamente, excluyó de las condiciones mínimas de sobrevivencia a las grandes mayorías de la humanidad. El costo de ese sistema de explotación de la naturaleza y de las personas, junto al consumismo desenfrenado, se ha pagado con el sacrificio de millones de trabajadores pobres, campesinos, indígenas, pastores, pescadores, y otras personas pobres de la sociedad, que entregan sus vidas cada día. Y con la agresión permanente a la naturaleza, que fue y continúa siendo sistemáticamente devastada. Su integridad y la diversidad de formas de vida, que son el sostén de la biodiversidad, están amenazadas. Y si la naturaleza de nuestro planeta está amenazada, también lo está la propia vida humana, que depende de ella. Incluso el Balance Ecosistémico del Milenio hecho por la ONU, y divulgado en 2005, reconoce que “las actividades humanas están cambiando fundamentalmente y, en muchos casos, de forma irreversible la diversidad de la vida en el planeta Tierra. Estas tasas van a continuar acelerándose en el futuro”. En ese importante reconocimiento de la crisis planetaria, es también fundamental reconocer que no son todas las actividades humanas perjudiciales, sino y ante todo aquellas guiadas por el desenfreno del lucro de las corporaciones transnacionales. Ante esta situación dramática, sentimos la necesidad de afirmar alternativas que aseguren un futuro de esperanza para la vida, para la humanidad y para la Tierra. Necesitamos pasar de una Sociedad de Producción Industrial, consumista e individualista, que sacrifica los ecosistemas y penaliza a las personas, destruyendo a socio-biodiversidad, a una Sociedad de Sustentación de Toda la Vida, que se enrumbe por una vía socialmente justa y ecológicamente sustentable para vivir, cuide de la comunidad de vida y proteja las bases físico químicas y ecológicas que sustentan todos los procesos vitales, incluidos los humanos. Como habitantes del continente americano tenemos la conciencia de nuestra responsabilidad universal. Por nosotros pasa también el futuro de la Tierra. Los países amazónicos y andinos, por ejemplo, como Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Venezuela y Brasil son territorios megadiversos. No sólo por la presencia de riquísimos ecosistemas, sino también por la presencia de muchos pueblos indígenas, campesinos, quilombolas y otras comunidades locales, que desde siglos y milenios aprendieron a vivir en co-habitación con la biodiversidad y la sociodiversidad. La floresta amazónica que existe en nuestros países representa un tercio de las florestas tropicales del mundo y abarca más del 50% de la biodiversidad. En ella existen por lo menos 45.000 especies de plantas, 1.800 especies de mariposas, 150 especies de murciélagos, 1.300 especies de peces de agua dulce, 163 especies de anfibios, 305 especies de serpientes, 311 especies de mamíferos y 1.000 especies de aves. Debido a esta riqueza, América Latina está siendo objeto de la codicia de los “neoliberales globocolonizadores” a través de la acción demente de decenas de empresas trasnacionales, principalmente de los países del norte global, que descaradamente practican biopiratería. Otrora era la carrera al oro y la plata, hoy es la carrera a los recursos genéticos, farmacológicos y a los saberes tradicionales y locales, todos estratégicos para el futuro de los negocios del mercado mundial. E incluso nos quieren imponer leyes de patentes y de protección a sus lucros fantásticos. Queremos hacer frente, de manera decisiva, a este proceso de expoliación. Proponemos políticas consistentes que buscan: 1- Conservar la diversidad biológica y cultural de nuestros ecosistemas, quiere decir, cuidar el conjunto de los organismos vivos en sus hábitat y también las interdependencias entre ellos dentro del equilibrio dinámico, propio de cada región ecológica y de las características singulares de las especies, así como la interacción social y ecológicamente sustentable de los pueblos que viven en la región. 2- Proponemos políticas articuladas que apuntan a garantizar la integridad y la belleza de los ecosistemas y los pueblos que cuidan y dependen de ella Eso implica la preservación de las características que aseguran su funcionamiento y mantienen la identidad del ser vivo y del conjunto vivo sea en su aspecto territorial, biológico, social, cultural, paisajístico, histórico y monumental. La preservación de la diversidad biológica y cultural, de la integridad y de la belleza de los sistemas ecológicos asegura la sostenibilidad a las múltiples funciones ambientales y a los beneficios que el ser humano obtiene para sí para las futuras generaciones. Entre otros: agua potable, alimentos, medicinas, maderas, fibras, regulación del clima, prevención de inundaciones y enfermedades. Al mismo tiempo que constituye las bases del sostén de la recreación, de la estética y de la espiritualidad así como el soporte de la conformación del suelo, la fotosíntesis y el ciclo de nutrientes, entre otras funciones vitales para el sustento de toda la humanidad. 3- Nos oponemos decididamente a la introducción de especies exóticas, inadecuadas a nuestros ecosistemas. Como sucedió en muchos biomas con la introducción de plantaciones homogéneas, industriales, del eucalipto, pino, etc. que destruyen los ecosistemas naturales y producen fuertes impactos sociales en los pueblos que viven en esas áreas; producen el lucro, los dólares, la celulosa, el carbón, agua sucia, y dejan la degradación y la pobreza. 4- Nos oponemos decididamente a la introducción de organismos transgénicos en el ambiente, sea en la agricultura, en las plantaciones, en la ganadería o cualquier otro cultivo en el medio ambiente, ya que además de no ser necesarios, no sirven para nada, a no ser para el lucro de unas pocas empresas transnacionales. Traen riesgos potenciales a la salud de las personas y a modificaciones permanentes e irreversibles en la naturaleza y los ecosistemas. Nos oponemos enfáticamente la introducción de árboles transgénicos, que significan un peligro aún mayor, debido entre otras cosas a que el polen, tiene la posibilidad de diseminarse a lo largo de miles de kilómetros, contaminando ineludiblemente otras florestas, incluyendo las floresta nativas, con multiplicación de impactos sobre la flora, los insectos y otros componentes de la fauna, afectando también el sostén de los pueblos indígenas, pescadores, campesinos, quilombolas y otras comunidades locales. 5- Combatimos decididamente las semillas Terminator porque atentan contra el sentido de la vida y de su reproducción, pues se trata de una semilla suicida que busca beneficiar únicamente a las grandes empresas transnacionales que controlan las semillas, imponiendo a los agricultores una situación de dependencia. 6- Nos oponemos a la tentativa del gobierno imperial de Estados Unidos y de sus empresas transnacionales, que quieren imponernos el tratado del ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas); tratados bilaterales, llamados TLC (tratados de libres comercio); tratados de garantía para inversiones extranjeras, o a través de acuerdos de cumbres adoptados sin ninguna participación popular en la Organización Mundial del Comercio- OMC. Esos acuerdos ponen aún en mayor riesgo, nuestra naturaleza, nuestra agricultura, nuestros servicios y las condiciones de vida de nuestra población, pues priorizan sólo los intereses de la garantía del lucro. 7- Manifestamos nuestro apoyo y la necesidad de reconocer los pueblos y comunidades que durante siglos y milenios han desarrollado la biodiversidad agrícola, a través de la adaptación y creación de semillas que constituyen las bases de toda la agricultura y alimentación de la humanidad. Para mantener esas bases de sustentación y esa enorme riqueza de biodiversidad agrícola y alimentaria, es preciso reconocer y afirmar los derechos de los campesinos, indígenas, pastores, pescadores, quilombolas, a la tierra, al territorio y a los recursos naturales, para que puedan continuar esa tarea crucial para la humanidad de conservación de las semillas criollas y nativas, que sólo pueden ser multiplicadas a nivel local y diverso. Combatimos aquellas empresas que buscan el control sobre las semillas contra toda la tradición de los pueblos que cuidaron celosamente de las semillas y siempre las entendieron como fuentes de vida que jamás deben transformarse en mercancía. Finalmente, externamos nuestro anhelo de que estos propósitos redunden en beneficio de nuestros pueblos, de la soberanía alimentaria, o sea el derecho que todos y cada pueblo tiene que producir su propio alimento, en condiciones saludables y socialmente justas y en equilibrio con la naturaleza. Defendemos quienes trabajan en el campo, nuestros agricultores/as y campesinos/as. Defendemos su derecho a vivir como campesinos que así garantizan el sustento de nuestras poblaciones. Ese modo de producción contribuye decisivamente a la sustentabilidad de nuestro Planeta y al desarrollo integral, imprescindibles para garantizar el futuro de la humanidad.
El color es una percepción visual que se genera en el cerebro al interpretar las señales nerviosas que le envían los fotorreceptores de la retina del ojo y que a su vez interpretan y distinguen las distintas longitudes de onda que captan de la parte visible del espectro electromagnético. Es un fenómeno físico-químico asociado a las innumerables combinaciones de la luz, relacionado con las diferentes longitudes de onda en la zona visible del espectro electromagnético, que perciben las personas y animales a través de los órganos de la visión, como una sensación que nos permite diferenciar los objetos con mayor precisión. Todo cuerpo iluminado absorbe una parte de las ondas electromagnéticas y refleja las restantes. Las ondas reflejadas son captadas por el ojo e interpretadas en el cerebro como colores según las longitudes de ondas correspondientes. El ojo humano sólo percibe las longitudes de onda cuando la iluminación es abundante. A diferentes longitudes de onda captadas en el ojo corresponden distintos colores en el cerebro. Con poca luz se ve en blanco y negro. En la denominada síntesis aditiva (comúnmente llamada "superposición de colores luz") el color blanco resulta de la superposición de todos los colores, mientras que el negro es la ausencia de color. En la síntesis sustractiva (mezcla de pinturas, tintes, tintas y colorantes naturales para crear colores) el blanco solo se da bajo la ausencia de pigmentos y utilizando un soporte de ese color y el negro es resultado de la superposición de los colores cian, magenta y amarillo. La luz blanca puede ser descompuesta en todos los colores (espectro) por medio de un prisma. En la naturaleza esta descomposición da lugar al arco iris.
NUESTRA NATURALEZA María del Pilar Campohermoso Reyes* Pensar en el mundo en que vivimos, es recordar lo bello de nuestra naturaleza. Nuestra casa. No debemos olvidar que siempre habrá una estrecha relación entre el hombre y su naturaleza. Debemos tomar en cuenta la transformación constante y recíproca que existe entre el hombre y su entorno. Destruir nuestro medio natural para lograr nuestros propios fines, es estar destruyendo nuestra propia vida. Creo que estamos perdiendo el amor por nuestra belleza natural; observemos la paz y tranquilidad que nos brindan los bosques, un árbol, una cascada, el ruido del agua corriendo por el río; un campo cubierto de nieve nos inspira a la meditación. La inmensidad del mar nos recuerda lo pequeñitos que somos ante la naturaleza. Constantemente vemos y nos enteramos por las noticias que cortaron cierta cantidad de árboles para en esos lugares, construir grandes y hermosos edificios, zonas industriales, etc. La naturaleza todo se cobra, y nosotros insistimos en enfrentarnos a ella. Los invito a reflexionar acerca de qué estamos haciendo por nuestro planeta y por nuestra naturaleza. Cada día que pasa estamos destruyendo mas y mas la capa de ozono, contaminamos los ríos, mares, provocamos incendios forestales. Las condiciones meteorológicas están cambiando de manera drástica. Estoy segura que podemos poner en práctica la creación y aplicación de fuentes renovadoras, responsables de reciclar, como las celdas solares creadas para la protección de nuestra naturaleza, o creando también nuestra propia composta. Así protegemos nuestra propia vida. Tal vez parezca un sueño imposible; pero si cada uno de nosotros contribuimos a cuidar la naturaleza, estoy seguro que podremos hacer mucho. Si nosotros no cambiamos el camino; asumamos entonces la responsabilidad de nuestro futuro, y las consecuencias ambientales que se presenten en nuestro país y en el mundo entero. Pensemos también en nuestros descendientes.
Responsabilidad social. Si Responsabilidad social, no es un nuevo silogismo, pretexto político de campaña para adornar su vocabulario ya bien rebuscado de los perspicaces hombres de la patria como ecología, tema de moda que como caballito de batalla retoman los líderes lingüistas, que con su parla siguen engañando a incautos electores que se dejan cautivar con la defensa de los recursos de todos y de nadie, pues es poco lo que hacemos por ellos, empezando desde nuestras casas, donde inicia la responsabilidad social, de cada uno de nosotros, educándonos a no vaciar cuanto desecho aparece de nuestra alacena, y quehaceres domésticos como bolsas, plásticos, vidrios, cabellos, fibras, arena, residuos químicos de fármacos que nos sobran, y qué decir de los talleres y fabricas, que depositando pinturas, disolventes, compuestos aceitosos, combustibles, todo coctel de insumos, y mezclas de todo nivel, hacen como receptores de las cloacas citadinas, todo un sedimento mortal a las especies, no solo acuática, sino de todo tipo de ganados aves especies y el mismo ser humano. Quien emprende el des aprender, las malas costumbres de vaciar todo cuanto sale de nuestras casas, a las alcantarillas y sifones, como único recurso de deshacernos de los desperdicios orgánicos y de todo tipo, con la creencia que el rio, la quebrada, desaparece por obra de magia todo cuanto allí depositemos. Que no decir de escombros, sobrantes de construcción, basuras no orgánicas, de difícil eliminación, por efecto natural y a corto plazo, pues teniendo en cuanta los desechos sintéticos, elaborados de materiales provenientes de materias primas fósiles, que prolongan su destrucción, por décadas. Responsabilidad social, de todo ser que piense, que el planeta se fatigo de nuestros malos habitaos, y por ello busca auto regularse para desinfectarse de toda contaminación y mal trato que ha recibido, a lo largo de los siglos por quien sin agradecerle a la madre naturaleza su hospitalidad, y generosidad, a nuestros congéneres y si hacemos algo, a nuestros herederos, para poder preservar el planeta, su vida y su estar en armonía con el ecosistema. Merece una campaña agresiva, de premiar a la industria y toda empresa que desempeñándose con formulas amigables con el medio ambiente, tengamos preferencia de consumir sus productos, y exaltando sus campañas como referencia de buena convivencia con el entorno, favoreciendo así todo esfuerzo de imprimir un serio compromiso general de todo lo consenciente a permitir que el planeta se regule así mismo y nos brinde un vivir mejor. Con responsabilidad global. Aunque es un tema recurrente en los últimos tiempos la mención del cambio climático y la afectación atmosférica y todas sus consecuencias, satura las publicaciones recientes. Apenas se publica nada sobre la adaptación de patrones de convivencia, control de enfermedades impacto socioeconómico y devastación de grandes masas poblacionales seguridad alimentaria, con el ya escasa confirmación del tiempo atmosférico para cultivos y sequias o grandes inundaciones. Es el tema de moda y... es lo que predomina. No obstante acabo de encontrar un artículo, que aún se encuentra en revisión, que es completo en información y resume claramente las distintas implicaciones del proceso climático. Está elaborado por una seria revisión bibliográfica y académica y pone de manifiesto las carencias en el conocimiento y más aun el desconocimiento o falta de compromiso, de las potencias ya bien afectadas por los efectos como son tornados, huracanes deshielo de los casquetes polares, desajuste en el los periodos de tiempo climático, chubascos con precipitaciones sin precedentes, veranos prolongados con las consecuencias de quemas de grandes masas de bosques y cultivos, de lo que ellos eluden como responsabilidad social, para con el globo terráqueo, pero que con su cuota, de irresponsabilidad, con la contaminación, emisiones de gases que producen el efecto de invernadero en la atmosfera planetaria, la conocida combinación de elementos químicos como detergentes, micelas indestructibles, polímeros monómeros, y fibras de vidrio, gases de emisión carbonatados, etanos metanos, gases carbónicos de sus chimeneas y autos, detonaciones de ojivas nucleares con su efecto de por vida de las irradiaciones letales, y que para ellos es más costosa poner en marcha planes de restricción de las causas que han provocado el desajuste del sistema global. Es un asunto que permite de por si conjeturas y muchas especulaciones, de los beneficios económicos con las cuantiosas sumas que se manejan en reparación de calamidades, con las sonadas ventajas de partidas astronómicas que les da el manejo político, con la calamidad manifiesta, sin los rigores de control de partidas presupuestales para dichos efectos. No obstante vemos el afán de reunirse el grupo de los veinte, el de los ocho, la comisión de temas de seguridad de la ONU, y cuanto organismo existe para que en medio de cocteles y afectuosos saludos posponen la iniciación de verdaderas formulas para iniciar la restitución y puesta en marcha de verdaderos formulas para evitar la destrucción de nuestra morada terrenal. De Jesús Gerardo Calderón
Muchos movimientos artísticos y filosóficos han producido manifiestos proclamando verdades que, para sus autores, eran tan ostensibles como sus manos de cinco dedos. Este manifiesto también afirma verdades evidentes por sí mismas, tan obvias para nosotros como el maravilloso entorno de cinco componentes --tierra, aire, agua, fuego/luz-solar y organismos-- en el cual vivimos, nos movemos y desarrollamos nuestra existencia. El manifiesto está centrado en la Tierra, desplaza los valores de referencia de la humanidad hacia la ecósfera circundante, esa red de estructuras y procesos orgánicos, inorgánicos y simbióticos que constituye nuestro planeta. La ecósfera es la matriz originaria de vida que envuelve a todos los seres, entrelazada íntimamente con ellos en la historia de la evolución desde el comienzo del tiempo. Los seres vivos están constituidos por aire, agua y sedimentos que, a su vez, son portadores de huellas orgánicas. La composición del agua de mar es regulada por organismos que también estabilizan la impredecible atmósfera. Plantas y animales generaron las rocas calcáreas de las montañas cuyos sedimentos forman nuestros huesos. Las falsas divisiones que hemos establecido entre viviente y no-viviente, biótico y abiótico, orgánico e inorgánico, han puesto en riesgo la estabilidad y el potencial evolutivo de la ecósfera. El experimento desarrollado por la humanidad durante 10.000 años consistente en un modo de vida a expensas de la naturaleza, con su culminación en la globalización económica, está desfalleciendo. Una de las razones primarias de este hecho es haber colocado la importancia de nuestra especie por encima de todo lo demás. Hemos considerado erróneamente a la Tierra, sus ecosistemas y su miríada de componentes orgánicos e inorgánicos como simples proveedores, valorizados solamente cuando sirven a nuestras necesidades y deseos. Es urgente un cambio valiente de actitudes y actividades. Los diagnósticos y prescripciones para sanar la relación entre los seres humanos y la Tierra se cuentan por miles, pero aquí nos concentramos en la idea que creemos fundamental para el éxito de todas las demás. Una nueva visión del mundo anclada en la ecósfera planetaria señala el camino para avanzar.
1.- El bienestar y el florecimiento de la vida humana y no humana sobre la tierra, son valores en sí mismos. Estos valores son independientes de la utilidad del mundo no humano para los fines del ser humano. 2.- La riqueza y la diversidad de las formas de vida contribuyen a la realización de estos valores y también son, en consecuencia, valores en sí mismos. 3.- Los humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza y esta diversidad, salvo para satisfacer necesidades vitales. 4.- El florecimiento de la vida y de la cultura humanas es compatible con una reducción sustancial de la población humana. El florecimiento de la vida no humana requiere ese descenso. 5.- La intervención humana en el mundo no humano es actualmente excesiva. Y la situación se va degradando rápidamente. 6.- Tenemos que cambiar nuestras orientaciones políticas de forma drástica en el plano de las estructuras económicas, tecnológicas e ideológicas. La situación resultante será profundamente diferente de la actual. 7.- El cambio ideológico consiste principalmente en valorar la calidad de la vida (de vivir en situaciones de valor intrínsecas), más que en tratar sin cesar de conseguir un nivel de vida más elevado. Tendrá que producirse una toma de conciencia profunda de la diferencia que hay entre el crecimiento material y el crecimiento personal independiente de la acumulación de bienes tangibles. 8.- Quienes suscriben los puntos que se acaban de enunciar, tienen la obligación directa o indirecta de obrar para que se produzcan estos cambios, necesarios para la supervivencia de todas las demás especies del planeta, incluyendo la del ser humano.
Todos buscamos el significado de la vida o convicciones abarcadoras que adoptan diversas formas. Muchos confían en afirmaciones de fe que ignoran o descartan la importancia de este mundo, sin atribuir ningún sentido profundo al hecho de ser nacidos de la Tierra y sustentados por ella a lo largo de nuestras vidas. En la actual cultura industrial dominante, la Tierra como hogar no es una percepción evidente por sí misma. Pocos se detienen diariamente a considerar con un sentido de admiración la matriz envolvente de la cual provenimos y a la cual, al final, todos volvemos. Porque somos parte de la Tierra, las armonías de sus territorios, mares, cielos e incontables hermosos organismos poseen ricos significados aún escasamente comprendidos. Estamos convencidos de que mientras la ecósfera no sea reconocida como el espacio común indispensable para todas las actividades humanas, las personas continuarán colocando sus intereses inmediatos en primer lugar. Sin una perspectiva ecocéntrica, con valores y propósitos basados en una realidad mucho mayor que la de nuestra sola especie, no será posible solucionar los actuales conflictos políticos, económicos y religiosos. Mientras el enfoque estrecho sobre las comunidades humanas no se amplíe hasta incluir los ecosistemas de la Tierra --los espacios locales y regionales en donde habitamos-- los programas de modos de vida sanos y sostenibles fracasarán. Un apego confiado a la ecósfera, una empatía estética con la naturaleza circundante, un sentimiento sobrecogedor ante el milagro de la Tierra Viviente y sus misteriosas armonías son el patrimonio de la humanidad insuficientemente reconocido. Retomada con afecto, nuestra conexión con el mundo natural comenzará a llenar el vacío de las vidas transcurridas en el mundo industrializado. Y resurgirán importantes propósitos ecológicos que la civilización y la urbanización han oscurecido. El objetivo es la restauración de la diversidad y la belleza de la Tierra, con nuestra pródiga especie actuando, una vez más, como un miembro cooperativo, responsable y ético.
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Este manifiesto está centrado en la Tierra. Es exactamente ecocéntrico, que significa centrado en el lugar que nos acoge, en lugar de biocéntrico, que significa centrado en los organismos. El propósito del mismo es extender y ahondar la comprensión de las personas sobre los valores primarios --de gestación y sostenibilidad de la vida-- del Planeta Tierra, la ecósfera. El manifiesto se compone de seis principios centrales que delinean los deberes de la humanidad con la Tierra y los ecosistemas geográficos abarcados por el planeta. Es ofrecido como una guía para el pensamiento ético, el comportamiento y las políticas sociales. Durante el último siglo se han producido avances en las actitudes científicas, filosóficas y religiosas hacia los componentes no-humanos de la naturaleza. Celebramos los esfuerzos de aquellos cuya sensibilidad ante el proceso de deterioro de la Tierra los hizo volcarse hacia el exterior, hacia el reconocimiento de los valores de territorios, océanos, animales, plantas y otras criaturas. Aún así, la ausencia de una filosofía ecocéntrica común ha hecho que gran parte de esta buena voluntad se dispersara en un centenar de direcciones. Y ha sido neutralizada y tornada ineficaz por la única y muy arraigada creencia cultural --dada por garantida-- que asigna el valor principal al Homo sapiens y luego, en orden decreciente, a otros organismos según su relevancia con respecto al primero. La percepción reciente de que la Tierra, la ecósfera, es un objeto de valor supremo ha surgido de estudios cosmológicos, la hipótesis Gaia, imágenes de la Tierra desde el espacio y, especialmente, de la comprensión ecológica. La realidad ecológica central para los seres vivos --en torno a 25 millones de especies-- es que todos son terrícolas. Ninguno podría existir sin el planeta Tierra. El misterio y el milagro llamado vida es inseparable de la historia de la evolución, la composición y los procesos de la Tierra. Por lo tanto, la prioridad ética se desplaza de la humanidad hacia la Tierra-hogar que la incluye. El manifiesto expone lo que, creemos, es un paso esencial hacia una relación sostenible entre los seres humanos y la Tierra.
La ecósfera, el globo terráqueo, es la fuente generadora de la creatividad evolutiva. Los seres vivos surgieron de los ecosistemas orgánicos e inorgánicos del planeta: primero las células bacteriales y más adelante esas complejas confederaciones de células que son los seres humanos. Por consiguiente, los ecosistemas dinámicos, presentes en forma compleja e interrelacionada en todas las partes de la ecósfera, superan en valor e importancia a las especies que contienen. La realidad y el valor de la existencia ecológica o exterior de cada persona han atraído escasa atención si se lo compara con el profuso pensamiento filosófico dedicado a la esencia interior de la humanidad, la concepción más reciente e individualista que aparta la atención de las necesidades ecológicas y descuida la importancia vital de la ecósfera. Extendida a la sociedad como una preocupación exclusiva por el bienestar de las personas, este homocentrismo (antropocentrismo) es la doctrina egoísta de una especie destructiva del mundo natural. El biocentrismo que extiende la simpatía y la comprensión hacia otros seres más allá de la raza humana constituye un avance ético, pero su alcance es limitado. No consigue apreciar la importancia de la realidad ecológica circundante como un todo. Si no se presta atención a la prioridad de la Tierra-como-marco, el biocentrismo retorna fácilmente hacia un homocentrismo chauvinista dentro del cual el ser humano es considerado habitualmente como el mejor y más sabio de todos los animales. Enfatizando la ecósfera como principal sistema originario de vida, en lugar de un mero soporte de ésta, el ecocentrismo proporciona el modelo al cual debe recurrir la humanidad para orientarse en el futuro. Los seres humanos somos expresiones concientes de las fuerzas procreadoras de la ecósfera. Nuestra experiencia vital individual es inseparable del aire, el agua y la tierra calentados por el sol y del alimento que otros organismos proveen. Al igual que otros seres vivos nacidos de la Tierra, hemos sido "puestos a punto" a través de una larga evolución, con sus resonancias, sus ciclos rítmicos, sus estaciones. Lenguaje, pensamiento, intuiciones --todos provienen directa o metafóricamente de nuestra existencia física en la Tierra. Más allá de la experiencia de la conciencia, toda persona es poseedora de una inteligencia, una sabiduría innata del cuerpo que, sin recurrir al pensamiento conciente, se ajusta para participar como una parte simbiótica de los ecosistemas terrestres. La comprensión de la realidad ecológica según la cual las personas son terrícolas traslada el centro de valores de lo homocéntrico para lo ecocéntrico, del Homo sapiens al Planeta Tierra.
"Integridad" se refiere a totalidad, a unidad, a la capacidad de funcionar en plenitud. El patrón está dado, en su estado inalterado, por los ecosistemas de la naturaleza que reciben la energía del sol. Por ejemplo, una parcela productiva de la plataforma continental marina o un bosque pluvial templado en el tiempo previo al afincamiento, cuando los seres humanos eran primariamente recolectores. Aunque tales épocas están fuera del recuerdo, sus ecosistemas (tanto como los podemos conocer) proporcionan hasta hoy los únicos modelos conocidos para la sostenibilidad en la agricultura, la forestación y la pesca. Los graves problemas del presente en cada una de estas tres actividades industrializadas muestran los efectos del deterioro de la integridad, en particular, la pérdida de productividad y de atractivo estético en paralelo con la alteración continua de las funciones vitales de los ecosistemas. La creatividad evolutiva y la productividad sostenida de la Tierra y sus ecosistemas regionales requieren la continuidad de sus estructuras y procesos ecológicos clave. Esta integridad interna depende de la preservación de las comunidades junto con sus innumerables formas evolucionadas de cooperación e interdependencia. Y también de intrincadas cadenas de alimentación y flujos de energía, de suelos no erosionados y del ciclo de vida de materiales esenciales como el nitrógeno, el potasio y el fósforo. Además, la composición natural del aire, los sedimentos y el agua es parte integral de la salud de los procesos y funciones de la naturaleza. La contaminación de estos tres elementos, junto con la extracción y explotación de los constituyentes inorgánicos y orgánicos, debilita la integridad de los ecosistemas y las leyes de la ecósfera, fuente de la vida en evolución. Principio 3. La historia natural confirma la visión global centrada en la Tierra La historia natural es la historia de la Tierra. Cosmólogos y geólogos hablan de los comienzos de la Tierra hace más de cuatro mil millones de años, de la aparición de pequeñas criaturas marinas en los primeros sedimentos, el surgimiento desde el mar de animales terrestres, la era de los dinosaurios, la evolución con influencias mutuas de los insectos, plantas con flores y mamíferos, de los cuales, en tiempos geológicos recientes, provienen los primates y el género humano. Compartimos material genético y un ancestro común con todas las otras criaturas que son parte de los ecosistemas de la Tierra. Estos sólidos conocimientos sitúan, sin lugar a dudas, a la humanidad en su contexto. Las historias de la evolución de la Tierra a lo largo de las eras geológicas rastrean nuestra coevolución con miríadas de organismos acompañantes por medio del acuerdo, y no sólo a través de la competencia. Los hechos de la coexistencia orgánica revelan los importantes roles desempeñados por el mutualismo, la cooperación y la simbiosis dentro de la gran sinfonía de la Tierra. Los mitos e historias culturales que conforman nuestras actitudes y valores explican de dónde venimos, quiénes somos y adónde iremos en el futuro. Estas historias han sido fantasiosamente homocéntricas y/o ultramundanas. En contraste, el relato basado en evidencias y en una observación externa de la historia natural de la humanidad --surgida del polvo de las estrellas, dotada de vitalidad y sustentada por los procesos naturales de la ecósfera-- es no sólo verosímil sino también mucho más maravillosa que los mitos tradicionales centrados en el ser humano. Situando a la humanidad en su contexto, como un componente orgánico del globo terráqueo, el relato ecocéntrico también revela un propósito funcional y una finalidad ética, a saber, el componente humano puesto al servicio de la totalidad mayor de la Tierra. Principio 4. La ética ecocéntrica se funda en la conciencia del lugar que ocupamos en la naturaleza La ética se ocupa de las actitudes y acciones desinteresadas que fluyen de los grandes valores, o sea, del sentido de lo que es verdaderamente importante. Una apreciación aguda de la Tierra tiene como consecuencia un comportamiento ético hacia ella. La reverencia hacia la Tierra surge fácilmente en las experiencias al aire libre de la niñez y en la edad adulta es impulsado por la vida junto a la naturaleza, de tal manera que las formas de la tierra y el agua, de las plantas y animales, se vuelven familiares como relaciones de vecindad. La visión ecológica del mundo y la ética que encuentra sus valores de primer orden en la ecósfera extraen su fortaleza de la vida en el mundo natural y seminatural, el medio ambiente rural más que el urbano. La conciencia del lugar que ocupamos en este mundo provoca la admiración, el sobrecogimiento y la decisión de restaurar, conservar y proteger las antiguas bellezas y formas naturales de la ecósfera que han pasado la prueba del tiempo a través de las eras geológicas. El Planeta Tierra y sus diversos ecosistemas con sus elementos básicos --aire, tierra, agua y cuerpos orgánicos-- circundan y alimentan a cada persona y a cada comunidad, dándoles vida y tomando de vuelta el regalo cíclicamente. La conciencia de sí mismo como un ser ecológico, alimentado por el agua y otros organismos, y como un animal inmerso en el aire, viviendo en la interacción productiva caldeada por el sol donde se encuentran la atmósfera y la tierra, trae un sentido de conexión y reverencia por la abundancia y la vitalidad del sustento de la naturaleza. Principio 5. Una visión ecocéntrica del mundo valoriza la diversidad de los ecosistemas y culturas La mayor revelación de la perspectiva centrada en la Tierra es la variedad y riqueza sorprendentes de los ecosistemas y de sus partes orgánicas e inorgánicas. La superficie de la Tierra presenta una diversidad de ecosistemas árticos, templados y tropicales de notable belleza estética. Dentro de este mosaico global, las diferentes variedades de plantas, animales y seres humanos dependen de las combinaciones de relieves, suelos, aguas y climas locales que los acompañan. La diversidad de los organismos, la biodiversidad, depende así del mantenimiento de la diversidad de los ecosistemas, la ecodiversidad. La diversidad cultural --una forma de biodiversidad-- es el resultado histórico de la adaptación por los seres humanos de sus actividades, pensamientos y lenguaje a ecosistemas geográficos específicos. En consecuencia, cualquier degradación o destrucción de los ecosistemas es un peligro y una desgracia tanto biológica como cultural. Una visión global ecocéntrica valoriza la diversidad de la Tierra en todas sus formas, las no-humanas tanto como las humanas. Cada cultura humana del pasado desarrolló un lenguaje único, enraizado estética y éticamente en las imágenes, sonidos, fragancias, sabores y sentimientos de la parte singular de la Tierra que le servía de hogar. Esta diversidad cultural basada en los ecosistemas era vital para impulsar formas de vida sustentable en diferentes partes de la Tierra. En la actualidad, los idiomas ecológicos de los pueblos aborígenes y la diversidad cultural que representan, están tan amenazados como las especies de los bosques tropicales y por los mismos motivos: el mundo está siendo homogeneizado, los ecosistemas están siendo simplificados, la diversidad está declinando, la variedad se está perdiendo. La ética ecocéntrica se contrapone a la globalización económica actual que ignora la sabiduría ecológica que se encuentra incorporada en diversas culturas y las destruye en aras de beneficios de corto plazo. Principio 6. La ética ecocéntrica actúa en favor de la justicia social Muchas de las injusticias de la sociedad humana se asocian a la desigualdad y, como tales, son apenas un subconjunto de las mayores injusticias e inequidades causadas por los seres humanos sobre los ecosistemas y especies de la Tierra. Con su amplio sentido de comunidad, el ecocentrismo enfatiza la importancia de la interactividad de todos los componentes de la Tierra, incluyendo muchos cuyas funciones están muy lejos de ser conocidas. Se reafirma así el valor intrínseco de todas las partes de los ecosistemas orgánicos e inorgánicos sin inhibir su uso cuidadoso. La norma es "Diversidad con Igualdad": una ley ecológica basada en el funcionamiento de la naturaleza que brinda una directriz ética para la sociedad humana. Los ecologistas sociales critican con justicia la organización de jerarquías internas en las culturas que discrimina a los desposeídos, en especial a las mujeres y las niñas y niños pobres. El argumento de que el avance hacia formas de vida sustentable será imposible mientras el progreso cultural no desahogue las tensiones originadas por la injusticia social y la inequidad de género es correcto hasta cierto punto. Le falta tener en consideración que la rápida degradación en curso de los ecosistemas de la Tierra aumenta las tensiones entre los seres humanos y, al mismo tiempo, cancela en forma anticipada posibilidades tanto para una vida sustentable como para la eliminación de la pobreza. Los problemas de la injusticia social, aunque importantes, no pueden ser resueltos si no se detiene la hemorragia de los ecosistemas, poniendo fin a las filosofías y actividades homocéntricas. PRINCIPIOS DE ACCIÓN Principio 7. Defender y preservar el potencial creativo de la Tierra Los poderes creadores de la ecósfera se manifiestan a través de sus ecosistemas geográficos resilientes. Por lo tanto, como primera prioridad, la filosofía ecocéntrica convoca con urgencia a la preservación y restauración de los ecosistemas naturales y sus especies componentes. Salvo las colisiones con cometas y asteroides que pudieran destruir el planeta, la creatividad evolutiva de la Tierra continuará por millones de años, obstaculizada sólo en aquellos lugares donde los seres humanos han destruido ecosistemas enteros mediante el exterminio de especies o el envenenamiento de los sedimentos, el agua y el aire. La extinción vil de partes de la ecósfera elimina para siempre hebras de la red orgánica, disminuyendo la belleza de la Tierra y el potencial para la emergencia futura de ecosistemas únicos con sus consiguientes organismos, posiblemente algunos de sensibilidad e inteligencia superiores a la humana. "La primera ley del arreglo inteligente es salvar todas las partes " (Aldo Leopold - Sand County Almanac). Las acciones que destruyen la estabilidad y la salud de la ecósfera y sus ecosistemas necesitan ser identificadas y condenadas públicamente. Entre las actividades humanas más destructivas se encuentran el militarismo y sus gastos grotescos, la extracción de materiales tóxicos, la manufactura de venenos biológicos en todas sus formas, la agricultura industrial, la pesca y la forestación industriales. Si no son detenidas, este tipo de tecnologías letales, justificadas como necesarias para proteger a ciertas poblaciones humanas, para enriquecer intereses corporativos específicos y satisfacer antojos humanos más que necesidades, conducirán incluso a mayores desastres ecológicos y sociales.
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